La Tierra no tiene una forma geométrica definida, pero se asume como un elipsoide de revolución, y presenta varios movimientos: la rotación, sobre sí misma, así como la traslación que realiza alrededor del Sol.


Sobre la traslación debemos considerar que tanto el centro del Sol como el centro de la Tierra se encuentran en el plano de la órbita terrestre (plano orbital). Por ello, su posición no varía durante el movimiento. Además, la enorme distancia entre la Tierra y el Sol hace que los rayos solares lleguen a la Tierra paralelos entre sí y al plano orbital. Cualquiera que sea la posición de la Tierra en su órbita, la parte que recibe los rayos solares -día- queda separada de la que no los recibe -noche- por un círculo máximo, conocido como de círculo de iluminación. Este círculo está contenido en un plano normal al plano orbital que pasa por el centro de la Tierra, por lo que los rayos solares caen perpendiculares a este plano.
Si el eje terrestre fuera perpendicular al plano de la órbita, estaría contenido en el plano del círculo de iluminación y éste coincidiría siempre con un meridiano. Pero como el eje de la Tierra no es perpendicular al plano orbital, el círculo de iluminación, al moverse a lo largo del eje, corta de manera desigual a los paralelos de la Tierra. Es por esto que la duración del día y noche varía a lo largo del año para los diferentes lugares de la superficie terrestre. En algunos sitios, como en los polos, esta variación puede ser muy grande.